Pulse sobre la imágenes para verlas más grandes
El templo católico de San Antonio de Escazú posee un estilo arquitectónico neogótico de gran belleza.
Fotos de Gino Vivi y James Kielland
Artículo principal - Edición No. 310 - Diciembre de 2013
Andrés Fernández R.
Distrito segundo del cantón de Escazú, San Antonio fue desde la época colonial un paraje de vocación agrícola habitado de manera dispersa, que satisfacía las necesidades espirituales de sus habitantes en la iglesia de San Miguel, en el centro cantonal.
A inicios del siglo XX los vecinos del lugar sintieron la necesidad de construir su propia ermita en el sitio más conveniente para todos ellos, por lo que contrataron los servicios del ingeniero costarricense Guillermo Jiménez Gargollo para que determinara, previo estudio y medición, el centro exacto del distrito.
Ubicado el sitio y trazado un incipiente cuadrante de apenas tres manzanas —las destinadas a plaza, iglesia parroquial y escuela—, en 1908 se contaba ya con la autorización del señor obispo para proceder a la construcción. Entonces se realizaron los planos del templo, a cargo de los cuales estuvo el profesional italiano Enrico Capella Palmieri, recién llegado al país y a la fecha ingeniero auxiliar de la Secretaría de Obras Públicas.
Como sucedió con otros templos de la época, debido a limitaciones económicas la iglesia se construyó con el esfuerzo directo de la población y aplicando sistemas constructivos basados en materiales livianos y accesibles, que además fueran resistentes a los sismos, cuidado que se acentuó tras el terremoto de Cartago de 1910. Entre dichos materiales, las maderas de los bosques cercanos se utilizaron en la estructura de su fábrica o volumen principal, aplicando luego sobre ella la técnica del llamado bahareque francés, es decir, un forro tupido de caña de castilla con un repello de concreto sobre el cual se aplicaron las decoraciones y molduras necesarias.
Esa construcción de planta rectangular longitudinal orientada canónicamente de oeste a este, rematada por un ábside y dividida en tres naves, fue techada con hierro galvanizado laminado importado directamente de Alemania, lo mismo que algunos de sus accesorios metálicos; y sus obras estuvieron a cargo de don Santiago Bustamante, un constructor local. De la portada o volumen de fachada de la iglesia, en cambio, se hizo cargo el mismo señor Capella asistido de los constructores Mora y Pastor, como consta en la placa ubicada al frente de la misma.
Ahí mismo, se patentiza que esa parte de la obra al menos, así como los terrenos donde se asienta, fue donada por la familia del señor José María Corrales, gamonal del pueblo. Dicha portada estuvo lista en 1929, faltándole solamente las torres, que fueron construidas de concreto armado en 1937, y que terminaron de imprimirle el aire neogótico presente en toda ella, desde las ventanas y los arcos exteriores de acceso, hasta la arquería de la columnata que divide en tres naves la planta, al interior, así como los altares de madera y otros detalles decorativos.
Para la decoración interior, se contó con la importante participación del gran artista popular escazuceño Pedro Arias Zúñiga, quien se encargó de la pintura, la construcción de las bancas y también de su rudimentaria y pionera electrificación. Durante años sacristán de la misma, Pedro Arias hizo famosa esta iglesia además por su “portal de movimiento”, un ingenioso cuan vernáculo montaje donde el nacimiento de Nuestro Señor se veía rodeado de los más pintorescos personajes, actividades y diversiones populares costarricenses, todo animado mediante mecanismos eléctricos de su propia invención.
Orgullo de su comunidad, la iglesia de San Antonio fue declarada e incorporada al Patrimonio Histórico Arquitectónico de Costa Rica, según el Decreto Ejecutivo Nº 29468-C, publicado en el Alcance 33-C a La Gaceta Nº 91 del 14 de mayo de 2001.
Ver edición impresa virtual (20 páginas)
Una belleza de tantas que tiene mi querido Escazú <3
ResponderBorrar(Publicado originalmente el 30/12/13)
Bella joya arquitectótica.
ResponderBorrarUna vez adentro de ella se respira una atmósfera espiritual que nada envidia la paz de cualquier monasterio medieval.
Los vitrales como un arco iris parecieran reflejar los alegres colores del campo, del sol, y las flores ;las imágénes de madera , detalles que van dirigiendo al fiel a un coloquio con Alguien que pareciera manifestarse en cada pedazo de arte.
Dios nos siga bendiciendo y La Virgen, con todas estas reliquias que nos heredaron nuestros abuelos.
(Publicado originalmente el 22/02/14)